miércoles, 26 de noviembre de 2008

3.3. El Antiguo Egipto: Del Imperio Nuevo al Periodo Greco-Romano

El Imperio Nuevo (1550 – 1070 a.C.)

A pesar de ser descendiente directo de la dinastía XVII, Ahmose I es considerado el primer faraón de la dinastía XVIII. Tras unificar Egipto se concentró en la expansión del reino derrotando a los hicsos en Canaán. Sus descendientes, los faraones Amenofis I y Tutmosis I, continuaron las conquistas egipcias con un poderoso ejército que logró llegar hasta el Éufrates en Mesopotamia. Estas campañas, junto con la recuperación de la influencia sobre Nubia, restauraron las riquezas de Egipto.

La muerte de Tutmosis II en 1479 a.C, provocó una crisis de sucesión que fue aprovechada por su media hermana y esposa real Hatshepsut, quien se hizo coronar con el apoyo del clero de Amón. Su gobierno se caracterizó por un fuerte desarrollo del comercio con Punt (en la actual Somalia).

La muerte de Hatshepsut permitió la coronación de Tutmosis III, quien se enfrentó de inmediato a la sublevación de Siria impulsada por el reino hurrita de Mitanni. Tutmosis IV logró apaciguar el conflicto gracias a varios matrimonios arreglados entre príncipes hurritas y egipcios.

Durante este periodo se construyó el primer templo dedicado al dios Amón cerca de la ciudad Nubia de Napata, iniciando la culturización egipcia de Nubia que tendría importantes repercusiones. El culto a varios dioses asiáticos se introdujo en Egipto aprovechando las similitudes existentes con las divinidades locales. Así tenemos por ejemplo la asimilación de la diosa mesopotámica Ishtar y la fenicia Astarté con la egipcia Hathor, o del dios asiático Baal con Seth.

Los Faraones del Sol

La religión, principal sostén de la identidad egipcia, se vio inmersa en un conflicto de intereses entre los dos cleros más importantes del reino: el Culto de Amón en Tebas y el Culto de Ra en Heliópolis. Aunque los faraones habían procurado mantener una posición intermedia incentivando la adoración a Amón-Ra, el panorama religioso egipcio estaba a punto de dar un giro inesperado que sacudiría todo el reino.

El faraón Amenhotep III proclamó que no sólo era hijo de Amón, sino también encarnación de Ra. Para celebrar tal afirmación construyó en el Nilo un enorme templo frente a Tebas en donde levantó las dos gigantescas estatuas conocidas como los Colosos de Memnón.

Tras la muerte de Amenhotep III llegó al poder su hijo Amenhotep IV, quien ya había servido como regente durante el gobierno de su padre. Su esposa, Nefertiti, fue una de las mujeres más poderosas de Egipto. Durante los primeros años de su gobierno Amenofis IV cambió su nombre por el de Akenatón e intentó implantar una nueva interpretación de las divinidades solares: la unificación de Amón y Ra en un dios superior llamado Atón. Pero esta nueva visión fue rechazada tanto por el clero de Tebas como por el de Heliópolis. Furioso, Akenatón abandonó Tebas y fundó una nueva capital en Amarna llamada Aketatón (“El Horizonte de Atón”). En poco tiempo la nueva interpretación divina del faraón se convirtió en un intentó de reforma que buscaba eliminar a los demás dioses y transformar la religión egipcia en monoteísta.

El conflicto interno egipcio fue aprovechado por los hititas para destruir el reino de Mitanni y conquistar Siria. En medio de esta amenaza Akenatón murió. Los años inmediatos a su muerte son confusos. Se sabe que lo sucedió Semenejkara, aunque no se sabe quién era este. Algunos afirman que se trata de un hermano de Akenatón, pero otros estudiosos insisten en que es la propia Nefertiti. Lo que está claro es que cuatro años después de la muerte de Akenatón, su hijo adolescente Tutankamón fue coronado faraón. El Rey Tut gobernó durante 10 años, al cabo de los cuales murió de forma violenta. El Visir Ay tomó entonces el poder durante cuatro años y fue reemplazado por el general Horembed. La dinastía XVIII había llegado a su final.
Akenatón y Nefertiti rinden tributo al dios Atón.

Los Ramésidas

Horembed impuso el orden con mano dura en todo Egipto y su enfrentó a los hititas en el norte. Sin embargo, murió sin dejar descendientes. Esto fue aprovechado por el Visir y General del Ejército Rámses I, quien era miembro de una familia de origen hicso de Avaris. Aunque su reinado apenas duró un año, con él se instauró la dinastía XIX. Su hijo, Sethy I pacificó las fronteras reconquistando Canaán y realizando expediciones contra los libios en el occidente y los hititas en Siria.

Ramsés II continuó las campañas bélicas de su padre contra los hititas tomando el control del reino de Amurru. En 1274 a.C. fue emboscado por el rey hitita Muwatalli II en la ciudad de Qadesh. Aunque Ramsés II logró escapar, los hititas se adjudicaron la victoria. Sin embargo, el faraón desplegó el poder de su propaganda levantando grandes monumentos donde proclamaba su victoria en Qadesh. La expansión Asiria presionó a los hititas a buscar la paz con Egipto. Ramsés II negoció entonces el primer tratado de paz conocido con el sucesor de Muwatalli II, el rey Hatusilli III.

Tras la guerra, Ramsés II creó su propia capital, Per-Ramsés, en la antigua ciudad de Avaris en la desembocadura del Nilo. Este era un intentó por asegurar la vigilancia sobre los territorios asiáticos. También se levantaron varios templos en Luxor y Karnak (cercanías de Tebas). Pero el templo más destacado de Ramsés II fue construido en Nubia: el magnífico templo de Abu Simbel.

El reinado de Ramsés II fue el segundo más largo de la historia egipcia (66 años). Fue sucedido por su hijo Meremptah quien tuvo que hacer frente a las invasiones de los Pueblos del Mar, aliados con los libios. Egipto logró resistir, pero durante el gobierno de Ramsés III en la dinastía XX la situación interna se deterioró rápidamente. Los saqueos de tumbas se generalizaron y un texto detalla la primera huelga de la historia cuando varios constructores de un templo en Tebas se negaron a seguir trabajando hasta que les aumentaran sus raciones de comida. Ramsés III fue asesinado por una conspiración y una serie de gobernantes débiles se sucedieron.

La tensión religiosa estalló durante la Guerra de los Impuros, en la cual los tebanos seguidores de Amón se enfrentaron a rebeldes seguidores de Seth de la ciudad de Heliópolis. Durante la guerra un Sumo Sacerdote intentó derrocar al faraón Ramsés XI, quien logró derrotarlo y lo reemplazó por el general mercenario libio Heryhor. Sin embargo, Heryhor traicionó al faraón y lo asesinó, nombrando a su pariente Sesmades faraón del Bajo Egipto y quedándose él con el control del territorio del sur.

Tercer Período Intermedio (1100 – 650 a.C.)

Este período es conocido como Edad Oscura debido a la poca documentación que se conserva. Egipto era dominada por la dinastía XXI, dividida entre el faraón del Bajo Egipto con capital en Tanis (posiblemente la misma Avaris) y los Sumos Sacerdotes de Amón en Tebas. La influencia sobre Siria, Fenicia y Palestina se perdió completamente y aparecieron ciudades y reinos poderosos como Tiro, Israel y Judá.

El equilibro de poder entre el norte y el sur de Egipto se rompió con el faraón de origen libio Sheshonq I de la dinastía XXII, quien impuso a su hijo como Sumo Sacerdote de Tebas, ganándose el enojo tebano. En la isla de Leontópolis al oeste de Tanis apareció la dinastía XXIII, también de origen libio, la cual reclamó el poder sobre zonas importantes del reino como la ciudad de Menfis. Aunque la dinastía XXII logró imponerse a sus rivales, una nueva dinastía (la XXIV) apareció en Sais, la isla más occidental del delta del Nilo.

Aprovechando el estado de desorden imperante, los sacerdotes de Tebas volvieron sus ojos al único gobernante capaz de salvar la antigua gloria de Egipto: el Rey de Kush.

Los Faraones Negros de Nubia

Durante siglos Nubia había estado bajo la influencia cultural de Egipto, hasta el punto de que el reino de Kush es considerado un estado culturalmente egipcio. Los sacerdotes de Tebas vieron en el rey Piankhi (Piye) al gobernante capaz de salvar a Egipto de los libios. Piankhi se veía a sí mismo como mensajero de Amón y heredero de las tradiciones de Ramsés II y Tutmosis III. Con un ejército kushita poderoso llegó hasta Tebas y desde allí inició una campaña de un año que lo hizo apoderarse de todo Egipto. Con él llegó al poder la dinastía XXV. Tras 35 años de reinado Piankhi murió y fue enterrado en una pirámide en Nubia (actual Sudán). Su hermano Shabaka trasladó la capital egipcia de regreso a Menfis.

Sin embargo, en el norte los asirios lograban consolidar su poder. En 701 a.C. Asiria y Egipto se enfrentaron en Eltekeh. Aunque los egipcios fueron derrotados, esta batalla ayudó a la supervivencia de Jerusalén.

En el 690 a.C. un hijo de Piankhi fue coronado en Menfis: el gran faraón Taharqa. Durante los siguientes 26 años Egipto vio un esplendor semejante al del Imperio Nuevo. Pero en 671 a.C, el recién coronado rey de Asiria, Esarhadon, atacó Egipto buscando neutralizar el poder de Taharqa. Los asirios tomaron Menfis y Taharqa se vio obligado a huir a Tebas. En 669 a.C. Taharqa retomó Menfis. Esarhadon murió camino a la guerra y fue sucedido por Asurbanipal, quien derrotó a Taharqa obligándolo a huir hasta Nubia.

Tras la muerte de Taharqa su sucesor, Tenutamón intentó recuperar el poder del Alto Egipto, pero fue también derrotado por los ejércitos asirios, los cuales destruyeron y saquearon Tebas.
El templo de Abu Simbel construido por Ramsés II.

Periodo Tardío (656 – 332 a.C.)

Con la retirada del ejército asirio para hacer frente a las rebeliones en Babilonia y Elam, el poder de Egipto quedó en manos de Psamético I, gobernador de Sais quien había favorecido a los asirios en la guerra contra los faraones kushitas. Bajo el gobierno de la dinastía XXVI se fortaleció la unidad nacional revitalizando el culto a Osiris. Las ciudades del Delta del Nilo vivieron un auge económico, mientras que el Alto Egipto fue relegado a un segundo plano. Comerciantes Jonios de las colonias griegas de Asia Menor llegaron a Egipto estableciendo nuevas rutas de comercio y trayendo la acuñación de monedas. Los griegos también se establecieron en Libia, en la ciudad de Cirene, lo cual fue visto con buenos ojos por los egipcios.

Tras la caída de Asiria ante Babilonia, el faraón Neko II apoyó los focos de resistencia asirios en el Levante y se enfrentó fallidamente a Nabucodonosor II en Karkemish y Hamat en 605 a.C. En 587 a.C. Apries apoyó una rebelión en Judá, lo cual provocó la segunda deportación de los israelitas a Babilonia. Egipto apoyó también a Tiro, la cual fue sitiada y tomada por los caldeos.

El ascenso del Imperio Persa llevó a Egipto a aliarse con Lidia y Babilonia, pero en el 525 a.C. el rey persa Cambises II derrotó al ejército egipcio de Psamético III en Pelusio y tomó Menfis. Cambises II nombró sátrapa (gobernador) al persa Ariandes, quien logró aplastar los intentos de rebelión tras la proclamación de Darío I como Emperador de Persia.

Otras rebeliones se sucedieron pero ninguna tuvo éxito hasta el reinado de Artajerjes II, cuando el líder egipcio Amirteo logró vencer a los persas. Amirteo fue a su vez depuesto por el también egipcio Neferites I, quien dio inicio a la dinastía XXIX. Durante los 60 años siguientes los egipcios mantuvieron su independencia a pesar de la inestabilidad del poder, asumido por dos dinastías. Las alianzas con las ciudades-estado griegas (principalmente Esparta y Atenas) le permitió a Egipto mantener a raya a los persas. Sin embargo, estos conquistaron nuevamente Egipto en 343 a.C. bajo el reinado de Artajerjes III.

Egipto en tiempos de Grecia y Roma

En el 332 a.C. el rey macedonio Alejandro Magno conquistó la ciudad de Tiro. Los egipcios pronto le pidieron que los liberara del yugo persa. Alejandro accedió y marchó hasta Menfis, donde fue coronado faraón. Ordenó construir el puerto de Alejandría al oeste del Delta del Nilo e identificó a Amón como el propio Zeus griego. Tras la muerte de Alejandro durante su conquista de Asia, Ptolomeo I recibió el gobierno de Egipto proclamándose faraón en 305 a.C. y fundando la última dinastía egipcia: la Ptolemaica. Bajo su gobierno se aseguraron las fronteras, se construyó el Faro de Alejandría y se acrecentó el intercambio cultural entre egipcios y griegos. Ptolomeo II trasladó la capital de Menfis a Alejandría, fortaleciendo el predominio griego en Egipto.

Sin embargo, el esplendor de los faraones alejandrinos pronto comenzó a opacarse. Los conflictos internos, complots, asesinatos y la cada vez mayor influencia de Roma en los asuntos de Egipto llevaron al reino a un estado de inestabilidad y violencia. En el 51 a.C. Ptolomeo XII Auletes murió, dejando como corregentes a sus jóvenes hijos Ptolomeo XIII de 10 años y Cleopatra VII de 17. La joven pronto entró en conflicto con su hermano y en el 48 a.C. abandonó Alejandría procurando hacerse de un ejército para tomar el control total de Egipto. El apoyo lo obtuvo del general romano Julio César, quien libraba su propia guerra civil en Roma contra Pompeyo. Cleopatra le dio un hijo a Julio César, Cesarión, y se encargó de introducir el culto de Isis en Roma.

Tras el asesinato de Julio César, Cleopatra sedujo a Marco Antonio, el cual había ganado el control de Roma junto con Octavio al derrotar a los republicanos. En el 37 a.C. Cleopatra y Marco Antonio se casaron.

El gobierno de Octavio y Marco Antonio se deterioró rápidamente y en el año 32 a.C. estalló la guerra. Octavio obtuvo el apoyo del Senado y le declaró la guerra a Egipto, acusando a Marco Antonio de ser un títere de los intereses de Cleopatra. En la batalla naval de Actio (septiembre del 31 a.C.) los barcos del general Agripa lograron penetrar las defensas de la armada de Cleopatra, quien entró en pánico y huyó. Marco Antonio se lanzó en su persecución abandonando a sus hombres. Tras la conquista de Octavio de la ciudad de Alejandría, Marco Antonio se suicidó. Cleopatra, desesperada ante las noticias, se quitó también la vida mediante la mordedura de un áspid. Con la muerte de la última de los Ptolomeos, Egipto fue transformado por Octavio en una provincia romana. Poco a poco la antigua cultura egipcia se diluyó ante las nuevas costumbres imperiales, proceso que se aceleró con la introducción del Cristianismo en el siglo I d.C.

Anotaciones para el Mundo Mágico: La misteriosa fauna mágica egipcia

Egipto ha sido por siempre una tierra de enigmas. El constante correr del Nilo y la presencia imponente de las arenas del Sahara han conquistado la imaginación de miles de viajeros a lo largo de la historia. Muchos relatos han sido narrados sobre los encantos mágicos de Egipto. Y aunque para los muggles las historias son sólo historias, la Comunidad Mágica sabe muy bien que detrás de toda historia se puede ocultar una realidad sorprendente. Donde mejor apreciamos esto es en la fauna mágica.

Ya en los tiempos antiguos gran variedad de criaturas mágicas habían sido identificadas, estudiadas y protegidas por los magos. Entre estas podemos resaltar a los erumpent, las esfinges (usadas desde la antigüedad como guardianes de tesoros), los grifos y los fénix (los cuales llegaban a anidar con frecuencia en el Templo del Sol de Heliópolis).

Sin embargo, existe una fauna mágica que ha llegado a nosotros a través sólo de los relatos y que ha permanecido elusiva a todos los intentos de nuestros más afamados magizoólogos por demostrar su existencia. La ocupación romana de Egipto es quizás una de las fuentes más importantes de estos relatos, como menciona el gran experto Newt Scamander en su artículo “Las Criaturas Secretas de la Antigüedad”:

“Fueron los esfuerzos de historiadores y naturalistas como Plinio el Viejo y Catón los que nos han permitido conocer una amplia variedad de criaturas mágicas que habrían poblado el norte de África al comienzo del primer siglo de nuestra era. Animales mágicos como los fénix y los grifos ya fueron descritos por estos estudiosos que, aunque muggles, supieron dejar descripciones detalladas de estas criaturas. Si tuvieron razón con estos animales, ¿podrían tenerla también con otros seres que hasta ahora han escapado a nuestros estudios?”

Dos casos interesantes pueden servir de ejemplo.

La Anfisbena es mencionada en la Farsalia como una de las extrañas criaturas que encontró Catón y sus soldados en el desierto africano. Esta serpiente venenosa poseía dos cabezas, una en el frente y otra en la cola. A pesar de ser descrita como una criatura sumamente venenosa, Plinio también celebró las propiedades medicinales de ella.

El Catoblepas habitaba en los confines de Etiopía, en las fuentes del Nilo, según datos de Plinio. Lo describe como una especie de búfalo de grandes proporciones con un cráneo tan grande y pesado que le es imposible llevarlo erguido, por lo que arrastra su cabeza por la tierra. Afirma también que, al igual que el basilisco, tiene la capacidad de matar tan sólo con la vista. Sin embargo, otras fuentes afirman que es su espantoso hedor el que mata.

¿Cuál será la verdad detrás de tan extraordinarias criaturas del norte de África? La pregunta aún está abierta y los magizoólogos siguen trabajando para descubrirlo.

Recursos de Investigación:

“Faraones del Sol”, revista National Geographic en español, abril de 2001

“La Batalla de Qadesh”, revista Historia National Geographic, número 34, 2006

“Faraones Negros”, revista National Geographic en español, febrero de 2008

Actividades:

1. Busca y presenta a tus compañeros información acerca de la Gran Esfinge de Giza.

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